Los estereotipos no siempre son inherentemente negativos, pero dado que son conjeturas que hacen caso omiso de las habilidades, oportunidades y entorno individuales e inherentes a la persona, casi siempre son perjudiciales. Los estereotipos negativos entorpecen la habilidad de las personas de alcanzar su potencial ya que limita sus elecciones y oportunidades.
Están detrás de la discriminación de género declarada y encubierta, directa e indirecta, y recurrente que afecta de modo negativo la igualdad.
El proceso educativo forma parte de la vida de la mayoría de adolescentes, y refleja en sus planteamientos el ideal de persona según las normas convencidas socialmente. La escuela es un espacio de socialización muy influyente en la formación de actitudes y en el desarrollo de la personalidad, representa el proceso educativo escolar.
Uno de los aspectos más afectados por la falta de preparación para orientar sobre sus derechos a los y las adolescentes, se encuentra en el área de Derechos sexuales y reproductivos. Los Derechos sexuales y reproductivos constituyen la expresión de la sexualidad vivenciada libre y sanamente, están dentro de los Derechos humanos. Su principal objetivo es establecer condiciones de vida para la libre vivencia de la sexualidad. Estos derechos son planteados regionalmente por colectivos civiles y Organismos No Gubernamentales de Desarrollo (ONGs).
El género se ha convertido en motivo de discriminación y desigualdad, la diferencia anatómica entre hombres y mujeres no provoca por sí sola las actitudes y conductas distintas, es la valoración misma del género femenino por abajo del masculino lo que introduce asimetría entre los derechos y las obligaciones. Esta asimetría se traduce en la práctica en desigualdad social, económica y política. Los estereotipos de género se explicarían como un determinismo biológico a través de diferencias entre sexos; qué significa o debería significar el ser mujer o ser hombre. En el derecho internacional de los derechos humanos se le han considerado como prejuicios y atributos exigidos por sociedades, decretando, de esta manera, qué características o funciones deben cumplir una persona debido a su género (ligado al “sexo biológico”).
En otras palabras, y con ejemplos sencillos, los estereotipos de género responden a la típica frase de “la mujer a la casa y el hombre al trabajo”, “la mujer es débil y el hombre es fuerte”, o al mandato social de “los hombres no pueden usar rosado, ni usar vestidos” y que “las mujeres no saben conducir”. En definitiva, se tratan de una serie de distinciones que pueden llegar a ser tremendamente ridículas pero violentas.
Dentro de los estereotipos de género se encuentran los estándares de belleza, los cuales constituyen una construcción social que dibuja el marco de qué se considera como bello para cada género. Así, surge el ideal de belleza femenina asociado a la delgadez, a las curvas, al pelo largo, y a la piel sin marcas; mientras que el ideal de belleza masculina (más laxo, por cierto) se vincula a la altura y a la fuerza física, entre otros rasgos.
Es importante mencionar que además de una serie de autores y organismos, la misma Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (OACDH) ha considerado los estereotipos de género como factores que afectan derechos y libertades fundamentales. Una serie de trabajos e informes han sido desarrollados en cuanto a este tema. Las que pueden encontrarse en la página de dicha institución y otras disponibles en Internet. Les invitamos a leerlos.
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